Yo no era nada más que un cuaderno vulgar
pero tenía escritos los más íntimos secretos
lo que merece el mayor de los respetos
y con mi vida los deberé de guardar.
Pero me sentía débil, frágil, vulnerable
me podía abordar cualquier demente
pues un simple cuaderno soy solamente
y sin defensa estoy hacia gente deplorable.
De repente, sin aviso, llegó el candado
y tristemente se dio cuenta de mi fragilidad
vino raudo hacia mí a toda velocidad
y me abrazó suavemente, con sumo cuidado.
Sentí su fuerza, su amor, su protección
ya no me sentía un cuaderno ordinario,
sentí la simbiosis, juntos éramos un diario
y junto a él triunfaría en mi misión.
Raúl
Con el permiso de Newton
Hace 14 años
A partir de ahora te llamaré Gustavo Adolfo.
ResponderEliminar-José-
Las cosas más bellas de la vida llevan en su más íntima esencia la vulnerabilidad y la fragilidad latentes, y quizás sea ahí donde radica su belleza.
ResponderEliminarANA GRANDE